martes, 11 de noviembre de 2008

Crónica

‘Ángeles mal-tratados’
En Colombia se presentan unos 70 mil casos de violencia doméstica al año y por lo menos 200 diarios. Lo preocupante es que solo un 27% de esas mujeres ultrajadas han reportado sus casos ante las autoridades, y ¿las otras?


Jorge Hernán Gutiérrez
Ixous7@hotmail.com
Lacoladelratón.blogspot.com

“Hay un ángel en la familia que, con una misteriosa influencia de gracia, dulzura y amor, hace menos árido el cumplimiento del deber y menos amargos los dolores. Los únicos goces puros y sin mezcla que le son dados al hombre disfrutar sobre la tierra, son, gracias a ese ángel…”.

Entre el 60% y 70% de las mujeres colombianas, en su mayoría campesinas, afrocolombianas e indígenas, han sufrido alguna modalidad de violencia.
Bellas palabras del poeta G. Mazzini, pero que realmente contrastan con la cruda realidad que viven los ángeles en esta ciudad. El eco del dolor de esas mujeres retumba por las calles y no olvidan su desconsuelo: “¡Soy víctima de la violencia intrafamiliar…! ¡Me golpeó, me cogió contra la cama y me dio un puño en la cara, luego me lanzó al piso y me cogió a patadas…! ¡Estoy cansada, porque ya no me respeta… por su culpa perdí mi bebe!”.

El maltrato femenino es un flagelo que cada día crece más, no solo en nuestra ciudad, sino en el país entero. El año pasado hubo 58 mujeres asesinadas dentro de lo que se llama crimen pasional. Por lo general, esto no está asociado a la delincuencia común, sino a sus relaciones más próximas, habitualmente a sus compañeros sentimentales. Hombres que les cortan las alas a estos bellos ángeles de Mazzini.

¿…Ni con el pétalo de una rosa?
Cuando un niño pelea con alguna amiguita o hermana, el padre siempre le dice que a las mujeres no se les debe tocar ni con el pétalo de una rosa. Pero esta verdad, lastimosamente no se cumple. Hay hombres que se acostumbran a golpear a sus esposas, sus compañeras, sus novias, y lo peor es que ellas no hacen nada. Esta problemática se ha vuelto tan habitual en nuestro país, que las estadísticas lo dicen todo: En Colombia cada 6 días muere una mujer víctima de la violencia intrafamiliar.

En algún lugar de la ciudad, vive María José Ramírez*, un ángel quien a temprana edad se dejó endulzar el oído por aquel a quien ella pensaba, sería el amor de su vida, su príncipe encantado. Pero ese sueño pronto se le convirtió en una vil pesadilla. Y ese príncipe, se convirtió en demonio. “Yo lo conocí a él hace mucho tiempo, en una fiesta, sin saber quien era él… y después de un determinado tiempo que llevábamos de conocidos, me dí cuenta cómo era realmente”. María hizo parte del inmenso grupo de esas mujeres que son víctimas de los abusos de los hombres en Neiva.

Lo más grave del maltrato es que una mujer que está siendo golpeada lo vea como si fuera lo más normal.Después de un año de noviazgo, Ricardo* le pidió que vivieran juntos. Él había decidido compartir el resto de su existencia con María, pero todo se acabó cuando así lo hicieron. “Convivimos casi un año en un apartamento pequeño. Luego todo se volvió rutina… él se fue cansando de mí. Empezaron las deudas, se consiguió otra muchacha, comenzó actuar diferente y siguió saliendo con sus amigos y llegando tarde… luego empezó a decirme cosas tan desagradables, que ni yo pensaba que algún día me las dijera”. El poeta se murió. Los detalles desaparecieron. El amor se esfumó… pero lo peor era que allí la mantenía atada a la amargura.

Una noche llegó ebrio. No le gustó la comida que María le tenía y de repente, como poseído por el mismo diablo tomó el plato que su ángel le había preparado con tanto amor y lo tiró lejos… “Comenzó a gritar cosas… pero yo no le pronuncié palabra alguna porque a un hombre borracho es mejor no decirle nada. Luego sacó su varonil y me puso los puntos donde era. Ese día me dio una golpiza muy fuerte. Me causo daño en la nariz, en la boca, las piernas, me dio muchos puntapiés, y lo peor era que de todas maneras me tocaba seguir atendiéndolo. Al otro día me levantaba y le hacía de comer, porque eso era para lo que supuestamente él me quería; para que le ayudara y le mantuviera bien sus cosas, porque el decir de los hombres es que nosotras las mujeres somos las guisas de ellos”.

Las cifras son alarmantes
En Colombia las cifras de agravio femenino son aterradoras. Al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otro tipo de abuso en su vida, según Naciones Unidas. Entre el 60% y 70% de las mujeres colombianas, en su mayoría campesinas, afrocolombianas e indígenas, han sufrido alguna modalidad de violencia.

En el marco del conflicto armado, se sabe que unas 220 colombianas perdieron la vida por motivos socio-políticos el año pasado, fuera de los lugares de combate -en las calles, en sus hogares, o en el lugar de trabajo-; otras 20 se encuentran ‘desaparecidas’, Según Amnistía Internacional.

Por otro lado, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, manifestó que en Colombia se presentan unos 70 mil casos de violencia doméstica al año y por lo menos 200 diarios. Lo preocupante es que solo un 27% de esas mujeres ultrajadas han reportado sus casos ante las autoridades, y ¿las otras?

‘No es normal que las maltraten’
La violencia contra las mujeres en nuestra sociedad es aceptada como si fuera parte de la convivencia de la pareja, y es por eso que muchas de ellas no hacen nada para solucionar dicho problema. Para Esperanza Cabrera, coordinadora de la Clínica del Buen Trato, lo más grave del maltrato es que una mujer que está siendo golpeada lo vea como si fuera lo más normal. Y sostiene que el trabajo que hay que desarrollar es sensibilizar a la mujer, y decirle que eso no es normal, y que no tienen porqué aguantarse dicha situación. Por otro lado, hay que detectar los casos para poderles ofrecer un tratamiento adecuado; un tratamiento no solo psicológico, sino en muchos casos, médico, porque llegan muy golpeadas al hospital.

Violencia y sociedad
El maltrato puede interpretarse desde el punto de vista cultural. Esto quiere decir que las sociedades desarrollan normas o pautas de comportamientos que son aceptadas en el grupo al cual pertenecen, según Carlos Arturo Monje, Antropólogo de la Universidad Surcolombiana, “y en sociedades patriarcales- machistas, la autoridad la ejerce el varón y la mujer está supeditada a él, cumple roles subordinados. En ese equipo de sociedades donde no hay equiparación de género, es más fácil que se presente la violencia intrafamiliar o el maltrato contra la mujer”.

El año pasado hubo 58 mujeres asesinadas dentro de lo que se llama crimen pasional.La violencia intrafamiliar es tan admitida por esta sociedad, que hasta le hacen rancheras y canciones de cantina, como ‘La última flor’ de Rey Fonseca. Esta canción cuenta la historia de un hombre que golpeaba continuamente a su ángel. Cuando no era por los celos, era porque llegaba embriagado y se desquitaba con ella. Su esposa nunca lo denunció y negaba los golpes ante su familia (tal cual como se vive en la realidad); un día llevado por la borrachera, golpeó tanto a su mujer que le quitó la vida. La canción termina con esta reflexión: “… No comprendo porque no me denunció, yo estaría preso, pero ella estaría con vida. Ya no le puedo regalar la última flor”.

Un delito conciliable
El maltrato doméstico es un delito conciliable, se pueden llegar a acuerdos. Pero esta situación se puede convertir en un círculo vicioso. Hoy concilian y mañana siguen en las mismas: golpes vienen y porrazos van. Hay muchas razones que detienen a las mujeres para que denuncien a sus parejas: La obligación, el dinero, los hijos y el factor que más las retiene: ‘El miedo’. Esto contribuye a que las mujeres no los demanden, o en el mejor de los casos, se vayan del lado de ellos.

María siempre soñaba con desligarse de su agonía cotidiana, pero el miedo no la dejaba. “Después que me golpeaba, se levantaba como si nada. Y el miedo me detenía… no podía dejarlo. Después cuando él hablaba conmigo se veía más sincero y me convencía: - ¡Perdóneme! ¡No lo vuelvo hacer! ¡Fueron cosas del alcohol!- De todas maneras yo le creía, pero ahora me doy cuenta que eran mentiras. Es que en esos momentos uno está tan enamorado que no se da cuenta si es verdad lo que le dicen; pero uno sigue creyendo en ellos porque los quiere, porque los ama”.

El flagelo del maltrato femenino es un problema muy inquietante, y más, si vivimos en una sociedad llena de hombres machistas. Como lo hizo saber la psicóloga Cabrera. Según ella, el Huila tiene una cultura bastante machista donde la mujer no es tenida en cuenta y es golpeada con bastante frecuencia; con golpes incluso que pueden poner a peligrar su vida, “y es aún más grave porque ella pierde la autoestima y en psicoterapia se le puede decir que denuncie el caso pero está tan mal sicológicamente, le han hecho tanto daño, está tan maltratada, que es incapaz de poner la denuncia y por eso mismo continúa con el sujeto que le sigue haciendo daño”.

‘Fueron tantos los golpes…’
María fue salvajemente agredida por su ex compañero. Recibió tantos golpes una de esas tristes noches cuando llegó ebrio ese ‘animal’ (como lo llama ella -porque una persona de estas, que maltrata a una mujer indefensa no puede recibir otro calificativo-), que hizo que ella perdiera el bebe que se formaba en su vientre. “Fueron tantos los golpazos esa vez… (Solloza por un instante y empieza de nuevo) En esa época tenía dos meses de embarazo más o menos. Me hizo caer, me tiro al piso y comenzó a darme patadas, entonces llegó al momento que… Empecé a sangrar, a tener dolores bajitos; los dolores eran tan fuertes que me tocó ir al médico y me diagnosticaron lo impensable, que había tenido un aborto… había perdido a mi bebe. Se me había muerto el niño en el vientre por los mismos golpes. Duré tres días hospitalizada y por eso mismo no tengo un hijo de él”.

‘Ya no aguanto más…’
Muchas veces la reconciliación parece no ser la salida a este problema, porque todo se vuelve un círculo vicioso. María se cansó de esa realidad y decidió desenlazarse de esa cadena que la tenía atada a la desgracia. Una de tantas, después de ser golpeada tan fuerte por Ricardo, volvió al hospital, y un médico que la conocía, porque la había visto muchas veces en esas, le aconsejó que lo denunciara. “Me mandó a Medicina Legal, allá me dijeron que a quién le iba a poner la demanda, que quién me había golpeado tan brutalmente dejándome esos morados en la cara y el cuerpo; entonces yo le dije que era la persona con quien estaba conviviendo. Entonces comenzaron a llegarle las citaciones para que se presentara, pero debido a eso, en vez de mejorar, lo único que hacía era golpearme más y más… un día cuando yo vi que él salió a trabajar decidí abandonarlo. Porque ni por la demanda que le hice no quiso cambiar. Me toco dejarlo e irme a refugiar donde mi mamá, donde tenía las puertas abiertas”.

Antes y después
María cuando vivía con su compañero era una mujer frustrada, no creía en nada ni en nadie. Mantenía de mal genio. No se arreglaba. La misma situación que vivía con su marido la tenía despreocupada. Mantenía encerrada. Llorando. Triste. “No podía ni asomarme a la puerta porque Ricardo se disgustaba. Pero ahora, soy todo lo contrario. Estudio, trabajo, veo por mi mamá, soy una mujer alegre y tengo muchos amigos que me tratan bien y me quieren de verdad”, dijo alborozada María.

Consejo a las mujeres
¿Es justo maltratar a esos bellos ángeles que el cielo nos ha puesto para que nos acompañen en esta tierra? “Las mujeres no pueden permitir que sus esposos, compañeros o novios, las sigan maltratando… ¡Sí hay una salida a esa desesperanza que las tiene agobiadas! A estas mujeres que hoy viven en la desdicha, la desilusión, la oscuridad y el maltrato… que tengan valor. Que no les de miedo. Que se refugien en las personas que las quieren de verdad. Que los demanden para que tengan ayuda del Estado y de su familia”, concluyo María, un ángel que sobrevivió al maltrato de su compañero y que hoy vive acariciando la felicidad.

*Los nombres de los personajes involucrados en esta historia fueron cambiados.

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